El rubio

El rubio está sentado en una silla al lado de la ventana, mirando sin mirar, rememorando tiempos mejores. Tiempos aquellos en los que era dueño de su destino, tiempos en los que a pesar del frío o el calor, el hambre o los peligros que acechaban en cada esquina, no debía sumisión a nadie.

Había sido guapo, de esos que levantaba tantas pasiones como inquinas al pasar y también valiente, pues por grande y fiero que fuera el adversario, el rubio siempre había presentado cara, prueba de ello, la pérdida de un ojo y un cuerpo cubierto de viejas cicatrices.

Recuerda alguna de esas batallas, pues la memoria a cierta edad ya no perdona. Muchas en las que salía victorioso y otras tantas donde vivo de milagro. Pero ahora ya es soldado viejo. Tuerto, artrítico y con acidez estomacal perenne. Inservible para afrontar la vida que llevaba pero sin acostumbrarse, qué digo acostumbrarse, odiando su nueva condición, pues no hay mañana en la que no ruegue que se lo lleve su maltrecho corazón.

Fantasmas del pasado le atormentan por la noche, lo que agita su casi siempre duermevela, pues desde muy joven se acostumbró a dormir con un ojo abierto y otro cerrado durante algún tiempo y luego, luego no había más cojones que permanecer alerta para salvar el pellejo.

Ya no queda nada por lo que vivir, aquello que fue ha dejado de ser, suele pensar, y todo por una imbécil con delirios de San Francisco de Asís. Si le hubiera dejado tranquilo, angelitos al cielo y su vida hubiera sido plena de principio a fin. Pero no, ella tenía que hacer la buena obrita del día.

Pero hasta aquí hemos llegado esta vez, determina. Harto de vagar cual alma en pena sin  atisbo de luz al final del túnel, con aplomo se sube al alfeizar de la ventana que por fortuna la cretina ha dejado abierta. Ya no hay vuelta atrás, un paso y todo acaba, está preparado, va a hacerlo y de repente, de repente –Pomponeeeeees, corazón que te puedes hacer mucho dañito, anda baja que hoy te he traído pescado del océano con espinacas, me ha dicho Cuca que a Robespierre le encanta.

El rubio da un respingo pero desgraciadamente la mema ya le ha cogido y no hay escapatoria, el salto al vacío, el sueño eterno se esfuma ante el ojo del rubio. Tocan pececitos y maravillosas espinacas, pero vamos a ver, desde cuando un jodido gato, callejero además, come espinacas. Refunfuñando se aleja de su tan ansiada evasión de esta nueva vida cruel, camino del rancho diario.

La panza ya está llena y vive dios que Robespierre tenía razón, el pescado del océano con espinacas, sublime pero la cabeza de la salvagatos, a tres palmos del cuerpo también.

8 comentarios en “El rubio

  1. bosque baobab

    Cuando vivía con mis padres tuvimos una gata que la llamábamos a veces Tara (por el peso o por los fallos en sus manchas), a veces Zara (no sé si por la cadena de tiendas o por un error muy de mi barrio de pasarse la RAE por el forro: algo así como el femenino de Zar, en vez de Zarina, pues Zara; o por la conversión anzaluza de mi padre de Sara a Zara… ) a veces la llamábamos Mara ( por Mara Krueguer, madre de Freddie porque la muy cabrona nos tenía las manos desolladas con sus arañazos o por apócope, siempre me ha gustado esta palabra y sus superpoderes de menguar a las otras, por apócope -repito me encanta jeje- de Maravillas por el Patio Maravillas donde la encontramos) a veces Rara ( porque lo era…). Daba lo mismo como la llamáramos porque nunca nos hacía caso. Era más bien como si la casa fuera suya y nos permitiera vivir en el mismo lugar que ella. Creo que a todos los gatos les pasa lo mismo… La cuestión, que luego me enrollo y no sé si esto es un comentario o una relato biográfico… La cuestión; se tiró 3 veces por la ventana y vivíamos en un cuarto piso. No creo que estuviera frustrada como el Rubio ( o era el Trubio: «los disléxicos también somos persianas» ) yo creo que lo que le pasaba era que le molaba saltar. Sentir la sensación instantanea suicida de perder una vida, sentir un milisegundo antes de apretar el gatillo(mira tú por donde sale otro gato) en la ruleta rusa. Puedo asegurar lo de las 7 vidas del gato, por lo menos en 4 ocasiones. En su cuarta vida mi hermano se volvio alérgico a su pelo y se tuvo que marchar. Y fin.

    Un beso

    Por cierto me ha gustado mucho tu relato. jeje

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    1. elcuadernodeclara Autor

      Jajjajajajajajaja. Me ha encantado la historia de Tara, Zara, Mara y Rara. Cuatro personalidades en el cuerpo de una gata, incridible (si, como lo lees, incridible que no increíble. A mi también me gusta dar alguna que otra patada a la RAE de vez en cuando). El final es algo triste, como la vida misma, pero ya le había yo cogido cariño a ese cuatro por uno. 😜

      Agradecerte ya no tus comentarios, sino tus grandes historias en mi cuaderno, no sabes lo que lo enriquecen.

      Y por ultimo, apócope esta bien, jamás te lo negaría pero chico, yo soy mas de taburete, si, así tan sencillo, tan llamo, simplemente taburete.

      PD. Mi psicoanalista esta de vacaciones, Jajjajaja.

      Un fuerte abrazo!!!

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